¡Vaya semana de trabajo intenso!.
Montar la clase
lleva su quehacer: mover muebles, abrir cajas, tropezarte una y otra vez con
ellas, cambiar de sitio las cosas porque no te convence el resultado, adornar
los espacios con mil carteles y símbolos-códigos
necesarios, lesionarte con heridas de guerra (cardenales a tutiplen y más de un
tirón inadecuado...). Mas, claro está, reuniones infinitas con los compañer@s.
Sí amig@s, ésta es la vida del maestr@ antes de que las criaturitas comiencen
el día 10. Pero todos los agobios de la puesta en escena desaparecen cuando hay
personas altruistas que te ayudan porque sí. Mis madres lo son y sin pedírselo
se han presentado esta mañana tres de ellas (Sonia, Monte y Chari). Tres soles
que han dado mucha luz al caos de los primeros días, y si además se presentan
con esta maceta tan preciosa como regalo para inaugurar la clase y el curso, ya
es para comérselas. Pero q suerte que tengo de sentirlas tan cerca en los
momentos duros.
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