Resulta que José Manuel, comiendo su bocadillo, empezó a sangrar, y nos dimos cuenta que se le acababa de caer su primer diente de leche. Él recogió su diente con mucho cuidadito y lo puso en un papelito para llevarlo a casa. Algunos niños de clase que ya habían experimentado la caída de sus primeros dientes le aconsejaron que lo pusiera debajo de la almohada para que el Ratón Pérez lo encontrara y se lo llevara, y le diera a cambio un regalito (dinerito o sorpresita).
Y hasta aquí todo iba normal. Pero es que al día siguiente nos encontramos encima de un mueble al Ratón Pérez con una maleta llena de sorpresas increíbles y una carta donde nos animaba a participar en el mural del club del mellado, con la entrega del carnet que certifica que pertenecemos a dicho club. Ahora que también nos advertía que sólo se llevará los dientes de aquell@s niñ@s que no se lo hayan tocado, pues los dientes manoseados no le sirven para la construcción de su castillo.
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